Rara es la película que no tiene una o varias escenas de insinuante erotismo como anzuelo rutinario. El viejo beso entre el chico y la chica, seguido de un fundido en negro que sugiere atrevimientos mayores, ha sido sustituido por el archisabido revolcón. Pero quedan en la memoria escena que, intuyendo el camino hacia el catre y de manera indirecta y subterrànea, representan el mejor sexo "visto" en el cine.
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