M Ramos-de Viesca, M. A. Ávila-R., M. A González, D. L. Pérez
La cremación formaba parte del ritual funerario en el México prehispánico. A raíz de la conquista por los españoles, esta práctica fue prohibida. En el año de 1877 el Consejo Superior de Salubridad autoriza la incineración de animales muertos con el fin de evitar que fueran consumidos por indigentes o que se transformaran en focos de emanaciones pútridas. La cremación fue bien acogida en México, debido principalmente a la corriente higienista que prevalecía en esa época, cuyos adeptos habían valorado las exhalaciones tóxicas de los cadáveres, las características de los cementerios en la Ciudad de México, que tenían como inconvenientes la destrucción incompleta del cadáver y la filtración de contaminantes hacia el subsuelo. Tres son las razones en contra de la cremación, la religiosa, la preocupación de los médicos legistas por la desaparición de evidencias de carácter legal y en el campo de la recién nacida antropología, la pérdida del material para la formación de sus gabinetes. El primer horno crematorio fue inaugurado por el doctor Eduardo Liceaga en febrero de 1909, en el panteón de Dolores. Palabras clave: Cremación, cementerios, horno cremator
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