Después de la liberalización de las telecomunicaciones, le ha tocado el turno a la energía, principio de vida y, como tal, preexistente a la comunicación. Sin energía no habría telecomunicaciones ni por tanto tampoco televisión, aunque aquí la liberalización se haya hecho al revés. Se ha empezado con las superestructuras para terminar con las infraestructuras
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