Resumen de Levodopa en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson: mitos y realidades
J.A. Burguera Hernández, J.M. Fernández García, Rocío García-Ramos García, María Rosario Luquin Piudo, F. Grandas, Pedro J. García Ruiz, Lydia Vela, Mariano Bravo Utrera, Victor M. Campos Arillo, Carmen Durán Herrera, Juan Carlos Gómez Esteban, J. Juni Sanahuja, C. Valero Merino, J. Chacón, María Josefa Marti, Diego Santos García, Juan Carlos Martínez Castrillo, Renée Ribacoba Montero, Ana Rojo Sebastián, M. Mata, J. Olivares, M. Sierra
Durante los últimos años hemos sido testigos de una utilización preferente de agonistas dopaminérgicos (AD) como tratamiento de la enfermedad de Parkinson (EP), con la intención de retrasar en lo posible el desarrollo de fluctuaciones y discinesias. Sin embargo, la levodopa continúa siendo el fármaco antiparkinsoniano más eficaz y, probablemente, el que mejora un mayor número de síntomas de la enfermedad. En este artículo se ha realizado una revisión exhaustiva de la literatura por parte de un grupo de neurólogos expertos y miembros del Grupo de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología sobre los beneficios y riesgos del tratamiento con levodopa en pacientes con EP. La principal conclusión de este artículo es que la levodopa continúa siendo el tratamiento más eficaz para la EP. Aunque el riesgo y la incidencia de desarrollar discinesias se mantiene en un nivel menor en el grupo tratado inicialmente con AD, el número de pacientes que desarrollan discinesias incapacitantes es muy bajo en todos los estudios y similar para los AD y la levodopa, y las escalas de calidad de vida son también similares en ambos grupos, lo que cuestiona el impacto que estas complicaciones motoras tienen sobre la calidad de vida de los pacientes con EP. A la vista de estos resultados, deberíamos plantearnos si está justificado privar a los pacientes del buen control de los síntomas que proporciona la levodopa por el temor a que desarrollen discinesias o fluctuaciones motoras leves que no van a mermar su calidad de vida. A ello hay que añadir la posibilidad de que desarrollen efectos secundarios graves, que son más frecuentes con el uso de AD.
