Resulta difícil a estas alturas que alguien se sorprenda por la originalidad en el arte final de un anuncio. Prácticamente se ha hecho ya todo, y sólo queda el reto de intentar hacer mejor lo que ya existe. Pero si en algún campo se ha investigado poco en nuestro país, no así en los EE. UU., es en el uso de la tipografía. Por ello resulta grato abrir un periódico o una revista y observar que de vez en cuando alguien ha aceptado el reto de convertir las letras por sí mismas, no por su significado, en las protagonistas del mensaje.
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