Es uno de los directores de fotografía de nuestro cine con la agenda más apretada. Confiesa que Mi nombre es sombra, de Gonzalo Suárez, fue su punto de inflexión, a raíz del cual apostó por películas donde la fotografía tuviera un gran peso específico y se pudiera experimentar. Se muestra admirador del cine de los años 30 y 40, y cada día usa menos despliegue técnico en sus planificaciones en favor de la intuición.
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