Todos los hábitos del hombre y en realidad todas sus actividades se asocian con una mejoría o un empeoramiento en el estado de salud. Vivimos en un mar de riesgos, muchos de los cuales se han cuantificado. Gracias al conocimiento acumulado, contamos con varias intervenciones de tipo diverso que reducen algunos riesgos, pero nunca hasta eliminarlos por completo. No es, pues, de extrañar que los mismos tratamientos para las enfermedades vengan de la medicina ortodoxa o de la llamada alternativa o complementaria, son potencialmente peligrosos y capaces de generar eventos adversos o la llamada iatrogenia. Aun los medicamentos sin efecto farmacológico, los placebos, producen consistentemente molestias y efectos colaterales. Además el deterioro del enfermo que por recibir placebos no recibe un tratamiento eficaz puede considerarse un efecto adverso del placebo. Por supuesto, los tratamientos probados científicamente en un análisis de grupo mejoran la sobrevida o el bienestar de los enfermos, o ambos, pero siempre habrá pacientes que empeoren y mueran. Esto aun cuando padezcan enfermedades para las cuales hay tratamientos probados e independientemente del sitio de atención.
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