Angela Merkel no ha entusiasmado a los alemanes con su gestión de la crisis del euro, pero aprueban su equilibrio político. Por un lado protege y mantiene la zona euro; por otro, evita una excesiva carga financiera a su país. La integración plena queda aún lejos.
La crisis de la moneda única y su superación suponen una dura prueba para la disposición de los alemanes a integrarse y cooperar en la zona euro. Por eso en la República Federal se han intensificado los debates sobre política europea, que desde 2010 giran, en versiones siempre nuevas, en torno a dos cuestiones esenciales: cómo hay que mejorar la estructura y el funcionamiento de la zona euro para que no se repitan crisis como la actual o, por lo menos, para que no pongan de nuevo a la unión monetaria al borde del colapso; y cuál debe ser el equilibrio adecuado entre solidaridad y responsabilidad. Esta pregunta enlaza directamente con otra: ¿qué debe ser responsabilidad de la UE o de las instituciones de la unión monetaria, y qué hay que dejar en manos de los Estados miembros? Sea cual sea el concepto clave que uno extraiga de los debates de los últimos años - eurobonos o unión política, presupuesto para la zona euro o posibilidad de insolvencia de los Estados, unión bancaria o Mecanismo de Estabilidad Europeo -, todas las controversias se pueden retrotraer a las cuestiones básicas mencionadas. La mayoría de los alemanes es consciente de que no se trata de decisiones de política cotidiana ni de adaptaciones técnicas de la unión monetaria...
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