El malestar de la opinión pública de las democracias modernas en el fin del siglo -maniifiesto en los fenómenos de abstención electoral; en la desconfinza respecto de la clase política; en la explosión de movimientos y formas de organización colectiva que actúan al margen de los procedimientos electorales; y en el resurgimiento de fenómenos nacionalistas y xenófobos de inspiración fascista- se podría considerar como expresivo de una crisis que no es económica ni pólítica sino moral, y cuyos rasgos y causalidad fundamental son analizados en el presente artículo.
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