Ermua se convirtió en un símbolo de la lucha unitaria contra el terrorismo, defendiendo el derecho a la libertad de su vecino y concejal Miguel Ángel Blanco, asesinado por ETA tras mantenerlo secuestrado 48 horas. Una década después, la localidad vizcaína ha pasado a ser un triste escenario de la división política que fomenta la desmovilización social
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