La nueva generación del 98 parece condenada a su suerte. Dos millones de españoles, algunos menos si el año va muy bien, seguirán sin encontrar empleo. Y lo malo es que a casi todos se le ha agotado las ideas. La Cumbre de Luxemburgo, que España se ha comprometido a cumplir, no parece ser la piedra filosofal. Como mucho logrará que los parados estén más formados, pero no hay compromiso de que encuentren trabajo.
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