En 1662, el galeón de Manila San Damián abandonó el puerto de Acapulco y se hizo al fragor de las olas del Pacífico. No se trataba de una nao de China más: se trataba de una embarcación peculiar. El devenir de los acontecimientos la había acabado otorgando un cariz especial, casi único, que la separaba claramente de la estructura general de los galeones de Manila de su época.
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