El tratamiento del dolor en el paciente con cirrosis hepática es un verdadero reto, siendo muchas veces inadecuado por falta de eficacia terapéutica o por la gran incidencia de efectos adversos. El enfoque del tratamiento es diferente si el dolor es agudo o crónico e implica conocer el mecanismo fisiopatológico responsable del mismo. El tratamiento farmacológico se ha de iniciar con la dosis mínima efectiva y titular lentamente, evitando la polifarmacia. Se enfatiza el control de los efectos adversos, especialmente la sedación y el estreñimiento que predisponen el desarrollo de la encefalopatía hepática. El paracetamol es el primer eslabón terapéutico siendo seguro a dosis 2-3 g/día. Los antiinflamatorios no esteroideos están contraindicados ya que pueden inducir insuficiencia renal aguda y/o sangrado gastrointestinal. El tramadol es una opción segura en el tratamiento del dolor moderado a severo. Los opioides con mayor seguridad terapéutica son el fentanilo, la hidromorfona y la metadona como segunda opción. El tratamiento tópico puede disminuir el consumo de fármacos por vía oral. En el tratamiento del dolor neuropático la gabapentina es la primera opción terapéutica, mientras que los antidepresivos tricíclicos pueden estar indicados en cierto grupo de pacientes. Las técnicas intervencionistas son una herramienta valiosa a utilizar en el dolor moderado a severo ya que permiten disminuir el tratamiento farmacológico y con ello los efectos adversos. Las intervenciones psicológicas, la terapia física y la rehabilitación deben ser consideradas como parte de la terapia multimodal en el abordaje del dolor crónico.
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