Al lenguaje se le vienen atribuyendo diversas funciones dependientes de los elementos imprescindibles del acto comunicativo, desde que Jakobson lo formulara así en 1958. Clásicamente se utiliza el discurso científico para ejemplificar una de esas funciones, la representativa, relacionada con la transmisión de conceptos, ideas, etc. En este trabajo tratamos de mostrar cómo, al menos en una parcela del discurso especializado, que se desarrolla en el ámbito de la medicina, la función representativa coexiste con las demás pudiendo, incluso, llegar a desaparecer. Para convencernos de ello es necesario olvidarse de dos ideas muy arraigadas: una, que el lenguaje de la ciencia es sólo de tipo escrito y, otra, que únicamente se utiliza para la comunicación entre especialistas. A lo largo de esta exposición nos serviremos, además de nuestros propios argumentos, de los de autores en nuestra opinión relevantes, así como de diversos ejemplos
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