Este ensayo explora lo que significa ser interpelado o auto-denominarse ciudadano en 1791 en la Nueva Granada, es decir, mucho antes de la crisis política de 1808 y, por lo tanto, de la gradual llegada de las ideas liberales al mundo hispánico. En particular interesa deslindar la figura del ciudadano de la del letrado a través de las nuevas expectativas que acompañan cada una de estas figuras. En ese sentido se preguntará ¿cómo entender la aparente asimilación del literato al mal gusto y la del ciudadano al buen gusto, motivo cardinal de las nuevas ciudadanías?
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