Si ya las primeras comunidades cristianas organizadas de las que tenemos noticia en Gallaecia se nos aparecen bajo la dirección de un obispo, hasta finales del siglo IV no contamos con datos suficientes que nos permitan analizar la evolución de una red episcopal que, en los dos siglos siguientes, alumbrará importantes transformaciones, fundamentalmente en lo que respecta a la distribución de las sedes episcopales, las atribuciones de sus titulares y su relación con el poder temporal.
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