La expansión del ideal de tolerancia religiosa en la Europa del siglo XVIII no fue obra exclusiva de deístas o ateos. Muchos cristianos defendieron por entonces que la intolerancia era contraria al Evangelio y al espíritu de los primeros siglos de la Iglesia. La labor censoria de la Inquisición y la ausencia de minorías religiosas impidieron que los debates sobre la tolerancia desarrollados en países como Francia o Austria se reprodujeran al sur de los Pirineos. Aun así, los argumentos cristianos en favor de la libertad religiosa entraron, aunque fuese a hurtadillas, en la España del siglo XVIII y se reflejaron en los textos de algunos reformistas españoles.
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