A mediados del siglo XX se inició un peligroso período en el que se agudizó la explotación del factor de producción trabajo por el factor de producción capital, apoyado en las modernas tecnologías de la comunicación, en la imperfección del mercado de la información y en la concentración empresarial. Debido a la creciente importancia de la banca, el proceso conduce a la obtención de ganancias ilícitas y favorece la existencia de situaciones extremas de pobreza y de riqueza en perjuicio de las clases medias. La pasividad de la población ante este nuevo tipo de sociedad se debe fundamentalmente a que los medios de comunicación ya no están al servicio de los ciudadanos, sino al servicio del capital y del Estado. Las modernas tecnologías de la comunicación no son configuradas para informar, sino más bien para entretener, distraer y adormecer a la opinión pública por lo que se convierten en cómplices del proceso de expansión del neocapitalismo.
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