La oportunidad de un encargo hecho hace unos meses por el Colegio de Arquitectos de Almería en su colección de Archivos de Arquitectura para estudiar una obra de Miguel Fisac, la iglesia parroquial de Santa Ana, me permitió una profunda investigación en la Fundación Miguel Fisac, algunos de cuyos frutos me gustaría compartir aquí hoy.
No obstante, debo confesar que para mí la explicación de la obra de Miguel Fisac no puede ser si no el acercamiento al trabajo de un amigo, de un ser profundamente humano y ejemplar. Cuando en 1997, entre los numerosos reconocimientos que jalonaron los últimos años de la vida de Miguel Fisac, le fue otorgado el Premio Antonio Camuñas de Arquitectura, el jurado encargado de concedérselo valoró como una de las razones de mayor peso sus aportaciones en el terreno de la arquitectura religiosa.
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