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Resumen de Emigración: una guía para los perplejos

Paul Collier

  • Miles de decisiones individuales llevan a una persona a emigrar. La emigración produce efectos económicos y sociales dispares en los países de origen y en los receptores. Pese al debate actual, los datos no sirven para concluir si los flujos deben aumentarse o reducirse.

    Europa se ve sacudida por un debate cada vez más polarizado sobre la inmigración. Los votantes acusan a las élites liberales de no prestar atención a sus inquietudes; las élites acusan a los votantes de xenofobia. En un ambiente así, los datos se utilizan para defender las distintas posturas más que para ofrecer información. En este artículo y en mi libro Éxodo intento ofrecer un análisis científico neutral. Empiezo por el modo en que la emigración afecta tanto a quienes quedan atrás en los países pobres como a las poblaciones autóctonas de las sociedades ricas receptoras de inmigrantes.

    ¿Cómo afecta la emigración a las personas que se quedan en los países pobres? Que muchos países sigan ofreciendo a sus ciudadanos escasas esperanzas de alcanzar siquiera una mínima prosperidad es el gran desafío mundial de este siglo. Es decisivo que los países más pobres alcancen al primer mundo, pero esto requeriría décadas de un crecimiento económico elevado y continuo. Para entender cómo la emigración podría influir en este proceso de convergencia, hay que saber por qué los países pobres han seguido siéndolo.

    En los países muy pobres, la pobreza persiste a causa de instituciones políticas débiles, actitudes sociales disfuncionales y falta de capacidades. Todo esto hace difícil aprovechar las oportunidades económicas. La emigración puede tanto favorecer como obstaculizar la convergencia dependiendo de quién se marcha, cuántos se marchan y durante cuánto tiempo se marchan.

    Posiblemente, el efecto más importante de la emigración se produzca en las instituciones políticas y las actitudes sociales. Existen pruebas sólidas de que los emigrantes pueden ser influyentes en sus sociedades de origen. Los estudiantes de los países pobres que se han formado en el extranjero en sociedades democráticas y luego regresan traen con ellos actitudes prodemocráticas que propagan y son lo bastante influyentes para acelerar la democratización. Una proporción asombrosamente alta de los dirigentes políticos de los países pobres ha estudiado y trabajado en el extranjero, y esto los dota de nuevas capacidades y actitudes. Incluso los emigrantes que no regresan ejercen cierta influencia sobre los familiares que se han quedado en su país. Durante las elecciones, les dan consejos y hacen comentarios, y se convierten en modelos de conducta para las familias.

    Se ha investigado mucho si la emigración provoca una fuga de cerebros o una "ganancia de cerebros". La intuición dice que si la gente con formación se marcha, solo puede haber una fuga de cerebros. Si la formación es condición previa para llegar a Estados Unidos, entonces los muchos jóvenes que sueñan con ir allí se esforzarán más en la escuela en sus países de origen. Mientras que algunos harán realidad su sueño, muchos otros no lo conseguirán, pero habrán adquirido más formación de la que tendrían en otras circunstancias. El predominio de uno u otro efecto depende de la cantidad de personas con formación que emigre. En los grandes países que ya están convergiendo, como China, hay relativamente pocos ciudadanos con formación que emigren, de modo que predomina la ganancia de cerebros, y de este modo la República Popular se beneficia con la emigración. Pero en los países pequeños que están todavía más rezagados, como Haití, hay tantos emigrantes con formación que se van que predomina la fuga de cerebros. Muchos pequeños países pobres están, por desgracia, en la misma situación que Haití.


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