Lejos de las conmemoraciones del genocidio de 1994, el Gobierno ruandés busca la renovación de un antiguo dispositivo de formación de guerreros de la época precolonial. Desde los escalones más bajos de la Administración local hasta las más altas esferas del poder, el culto a la guerra se extiende por el país. Kigali generaliza está tradición incluso en su diáspora.
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