Nuestra vida es cada vez menos nuestra, menos privada, una situación que no deja de irritarnos o cuanto menos incomodarnos, pero ante la que, desgraciadamente, para escarnio de la propia dignidad humana, sospechamos que poco podemos hacer y a la que, consciente o inconscientemente, hemos terminado por resignarnos. Lo malo es pasar de la sospecha a la certeza. Es lo que acaba de ocurrir con Echelon (Escalón), la sofisticada red de espionaje de las comunicaciones montada a escala planetaria por Estados Unidos con el fin de enterarse de los planes, anhelos y proyectos de todos, absolutamente todos, propios y extraños, amigos y enemigos
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