Hay quienes esperan que el siglo XXI sea el de las llamadas energías limpias (solar y eólica), pero nadie va a prescindir de las fuentes clásicas que aún alimentan al gran monstruo de la industria mundial, que come carbón, bebe petróleo y respira metano. Y no sólo la gran industria. Todos usamos esos productos- gas natural, gasóleo, galosina y los omnipresentes plásticos-, por lo que el menor aumento del precio del barril o del metro cúbico de gas basta para desequilibrar la balanza económica de las naciones y de las familias
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