Hubo un tiempo en que las historias de amor, como los cuentos, tenían un final feliz con banquetes y perdices; un tiempo en que los novios, en una explosión de confianza mutua, no concebían que la palabra dinero, con toda su vulgaridad, rebajara los límites de su amor. Hoy los cuentos, como las parejas han cambiado: ahora los novios pagan las perdices a medias y el conformista contigo pan y cebolla ha sido desplazado por las cuentas personales y el reparto de gastos. Los matrimonios ya no se cobijan al amparo del fondo común; cada cónyuge quiere disponer de su dinero y esta nueva forma de gestionar la enconomía doméstica ya está ocasionando los primeros problemas
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