Ha de haber llegado el momento de afirmar con naturalidad que la música de los estrados principescos que se encumbraron en la Edad Media tardía, hace cosa de mil años, se encuentra hasta hoy por campos de Occidente sobrellevando la vida posible a su recia vejez; pero viviendo, apta todavía para inspirar apetencias y cumplir funciones, aun capaz de obtener resonancia en los espíritus. No es difícil hallar en los ambientes folklóricos música que se difundió en fechas remotas; pero se necesita conocer la música de fechas remotas para atribuir antigüedad determinada a la que hoy nos impresiona coma lejana. En términos más concretos, se necesita conocer las canciones anotadas en la Edad Media tardía: se necesita leer los ilegibles manuscritos de los trovadores.
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