La prosa de Pedro Salinas es un curioso ejemplo del empeño renovador que caracterizó a la Generación del 27. Pese a la deshumanización promulgada por Ortega y Gasset, sus relatos nunca se despreocuparon del fondo emocional. Al contrario, Salinas potencia en ellos la sugerencia sensorial y carga su palabra de autenticidad. Los cuentos incluidos en Víspera del gozo (1926) manifiestan un denominador común: la edificación de una nueva realidad, de condición futura.
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