Cuando se estrenó el Prélude à "L'Aprés-midi d'un faune", en diciembre de 1894, Schönberg tenía 20 años, era empleado bancario y, en música, poco menos que un diletante, Bartok (13) estaba comenzando estudios musicales de una cierta seriedad, en tanto que Stravinsky (12) y Berg (9), vivían sus infancias o pre-adolescencias en hogares más o menos receptivos a las manifestaciones del arte musical. Debussy (32), un producto rebelde del Conservatoire de París, peregrino al santuario de Bayreuth en 1889 y 1890, inseguro de su estética y acechado por las dudas, daba a conocer su primera obra puramente orquestal que, varias décadas después, sería señalada por Pierre Boulez como la página que marcó el despertar de la música moderna.
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