Las cancillerías occidentales, generalmente más dadas a expresar sus opiniones, han recibido el golpe de Estado de los generales tailandeses con gran discreción. Tras haber instaurado la ley marcial el pasado 20 de mayo y haber eliminado dos días más tarde a los principales responsables políticos, el Ejército detenta todo el poder. Detrás de una neutralidad solo aparente, el Ejército se decanta por las elites de Bangkok, que no han hecho más que sufrir derrotas electorales en los últimos años.
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