Vilipendiada durante años, retratada en las películas como una mujer arrogante e inflexible, Cixí fue la cabeza de turco que utilizó Occidente para justificar su actuación en China. Es cierto que la emperatriz viuda fue cruel en muchos casos, se apoyó en la locura de los bóxers y ordenó asesinar a su hijo adoptivo, pero también fue ella la que modernizó el país, y guiar China hasta una monarquía constitucional tras dos mil años de poder absoluto.
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