Nuestros modelos para las relaciones afectivas se encuentran localizados en productos culturales como la novela, la poesía o el cine. De qué modo se inicia, continúa o finaliza una relación, cuáles son sus personajes tipo, los hitos que marcan su desarrollo estructural, forman parte de narraciones producidas y reproducidas en nuestro acervo cultural. Desde una psicología narrativa, la relación afectiva responde a una dinámica en la que los distintos personajes van proponiendo líneas de desarrollo, o intrigas, que prescriben la forma de nuestra participación, y en las que resultamos in-corporardos, generando la ilusión de una relación real que no deja de ser una fantasía virtual, siendo estos términos al fin intercambiables. La fantasía del yo es un relato estratégico que imponemos al otro y a nosotros mismos para que la relación suceda y cobre sentido. Aprovecho la película Her (Spike Jonze, 2013) para reflexionar sobre estas cuestiones, utilizando las dudas sobre la posibilidad/virtualidad de la relación hombre-máquina para ampliar la metafórica de la fantasía del yo en la relación afectiva. Heredera de la tradición romántica y de la ciencia-ficción, la máquina es el otro al que tratamos de imponer nuestra fantasía demiúrgica, perfección imperfecta de lo humano, y que finalmente nos supera, planteando la duda sobre la realidad/virtualidad de nuestra propia presencia en los relatos en que somos vividos.
Our models for affective relationships can be found in cultural products as novels, poetry and films. How does a relation begin, continue, and end? Which are the usual characters, or the plot points which structure its development? These are questions that make part of narratives produced and reproduced in our cultural background. From a narrative psychology perspective, affective relationships fit a dynamic in which different characters propose lines of development (intrigues), which in turn prescribe how our participation should be, in which we result embodied, creating the illusion of a “real” relation that it’s no more than a virtual fantasy, being these last terms interchangeable. The fantasy of the self is a strategic narration that we impose to the other and to ourselves for the relation to be and take sense. I use the film Her (Spike Jonze, 2013) to reflect on these topics, using the doubts about the possibility/virtuality of the human-machine relationship for extending the metaphoric of the fantasy of the self in the affective relationship. In the tradition of the romantic and science-fiction narrative, the machine is that we try to impose on our demiurgic fantasy, imperfect perfection of human beings, and that finally transcends us, raising doubts about the reality/virtuality of our own presence in the narrations in which we lived
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