En los últimos tiempos, cada vez más pacientes acuden a atención primaria y salud mental buscando una respuesta sanitaria ante el sufrimiento legítimo y adaptativo derivado de los avatares de la vida y las contradicciones sociales. El abordaje de este tipo de demandas de forma inflexible desde un marco teórico, lejos de ser neutral, puede favorecer la patologización y la iatrogenia. Desde una perspectiva crítica con nuestro desempeño laboral como profesionales de la salud mental, la indicación de no-tratamiento puede proteger al paciente de indagaciones, diagnósticos y tratamientos perjudiciales. Para ello tenemos que tener presente el principio de no maleficiencia, ser conscientes de nuestros conflictos intelectuales y, desde la ética de la ignorancia, apostar en muchos de estos casos por la espera vigilante. De otra manera, a menudo podemos convertirnos en cómplices de un sistema que busca reducir a lo intrapsíquico y lo individual asuntos de trascendencia sociopolítica.
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