La filosofía del último Schelling debiera entenderse más bien como una hermenéutica de la libertad, cuyos soportes metódicos serían la dialéctica y la narración. La primera, al contrario de la hegeliana, se escendiría en un desequilibrio que pasa a tensión por contraposición de los extremos y que es al fin superada por un tercer término que se yergue libremente sobre los dos pasos anteriores: una dialéctica, pues, discontinua por superación, no por asunción. A su vez, y en una recuperación suo modo de la filosofia kantiana de la historia, la narración corresponde a una dinámica de la historia, igualmente discontinua (sin posibilidad de ser predeterminada en su curso) y escandida por eventos, en un proceso de retroducción del sentido y de producción de narratividad: ya no "ciencia" (en el alto sentido del hegelianismo) sino un trabajoso quehacer libre de los hombres libres. Si se quiere: la búsqueda de una todavía impensable compenetración de filosofía y religión.
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