La lectura, ese singular vínculo con el otro y con el mundo, que los hombres idearon, sin saberlo, como un homenaje a lo que define su ser, la palabra, se vive hoy en general al margen del pensar. En ello, masas de lectores de nuestro tiempo sólo siguen a tanto escribano que regularmente invade, y aún orienta, el vivir a través de sus publicaciones. Se produce allí otra constatación más de la tesis de Heidegger, quien define la época a partir de su radical olvido del pensar. Ese olvido del pensar, instalado en las actitudes y hábitos de lectura, resulta tanto más significativo si se tiene en cuenta el volumen casi inimaginable de textos que hoy circula por doquier, y que sin embargo a menudo halla lectores. Y allí, como siempre acontece en la época; prima el criterio de cantidad como garante definitivo de los propósitos del leer.
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