El siglo XX fue para el hombre una época de una progresiva caída de ideales y puntos de referencia, de amparo y apoyo, que aseguraban una relativa seguridad existencial para el ser humano. Entre estos podemos marcar tres grandes: la muerte de Dios proclamada por Nietzsche, la muerte de la razón, advertida por Albert Camus y, finalmente, la muerte del otro, anunciada por Lipovetsky. Nihilismo como corriente filosófica del siglo XX, expreso un problema de ideales en el ser humano representando no solo una ausencia del porqué, sino el para qué. Los valores supremos habían perdido su crédito, faltaba el fin, faltaba la contestación al para que de la vida misma. En esta ausencia del significado del fin desaparece la razón, la verdad, el bien y el amor. La muerte de Dios o de valores supremos represento la necesidad de trasmutar los valores y crear los valores no propios de dios sino del hombre. El sinsentido del mundo en ausencia de un Dios organizado y significante empuja al hombre a buscar por sí mismo este sentido, sin embargo, este choca con un silencio no razonable del mundo. Emerge el absurdo como la muerte de la razón que ya no sirve como instrumento para conocer la realidad.
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