Pepa Flores acaba de cumplir 50 años. Millones de ciudadanos recuerdan con nostalgia las películas de la niña Marisol. Otros, sus canciones de madurez. Unos más, su cine de adulta, su militanacia en la izquierda. Pero ella ahora no quiere recibir homenajes. Lo suyo es el silencio, el voluntario anonimato, al que muy pocos se acostumbran cuando han vivido en el elogio, en la adulación y en la fama.
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