En el otoño de 1544, cuando Tiziano Vecellio partió de Venecia con destino a Roma, tenía alrededor de 55 años. No le gustaba alejarse de su casa, de su estudio ni de la ciudad de la laguna, tan bien protegida contra las agresiones externas. Pero no solo era el pintor más célebre de Venecia, sino el retratista más sobresaliente del sur de Europa, y los príncipes apreciaban su talento a la hora de ennoblecer los rasgos con majestuosidad. Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano, y el Papa Paulo III también preferían a Tiziano antes que a cualquier otro pintor.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados