La hemorragia es la salida de sangre de los vasos. El sangrado puede ser visible a través de una lesión externa o bien puede estar encubierto por la extravasación de sangre en los tejidos o en una cavidad corporal.
El efecto fisiopatológico será el mismo tanto en el caso de hemorragias internas como externas. Ambas situaciones causan disminución del volumen circulante y pueden conducir al shock o, incluso, a la muerte del paciente.
Las hemorragias se clasifican por su procedencia, su localización, por la cantidad o volumen de sangre que se pierde y por la velocidad en que se produce la pérdida de sangre.
La gravedad de una hemorragia depende de diversos factores: el lugar donde se produce, el calibre del vaso, la naturaleza de la herida y la cantidad perdida.
Es importante identificar el tipo de hemorragia para comenzar la actuación de enfermería. Trataremos de conseguir dos objetivos fundamentales: lograr que el vaso causante de la misma deje de sangrar; corregir si es necesario la hipovolemia que pueda haberse producido.
Sea cual sea el grado de contaminación en el lugar de la lesión, la prioridad es parar la hemorragia, ya que la posible infección de la herida podrá atenderse con posterioridad.
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