Hoy podemos afirmar que los descubrimientos de las tres últimas décadas sobre los factores que influencian el aprendizaje humano y sobre las contribuciones de la educación al desarrollo, permiten asignar a esta última un papel central en cualquier proyecto social1. También hoy sabemos que la mayor parte del conocimiento humano es aprendido y que las diferencias entre grupos humanos en su productividad en el trabajo, sentido ético y responsabilidad o en cualquier otra expresión de su humanismo, artística, espiritual expresan diferencias en la socialización de esos grupos antes que diferencias biológicas o genéticas.
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