No es común que los historiadores utilicen los datos que aportan la plástica y la literatura para el conocimiento de un periodo histórico. Y sin embargo, estos dos productos culturales son una fuente tan rica en información para documentar ciertos aspectos del devenir humano (por ejemplo la religiosidad y la mentalidad social), que difícilmente encontraremos otros más idóneos. Por tanto, una aproximación a las concepciones del cuerpo como la que aquí pretendemos debe forzosamente utilizar esos documentos si quiere llegar a ser fidedigna y valiosa. El presente ensayo pretende probar la viabilidad de tal aseveración.
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