La literatura sobre populismo solía describir al fenómeno como una alternativa a la vía normal del tránsito desde una sociedad tradicional a una moderna, como una forma de acceso a la participación política por parte de los excluidos o como una anomalía vis-a-vis la lucha de clases y las instituciones liberales. Más recientemente, el debate se ha desplazado hacia una suerte de terra incognita debido al interés creciente en la conexión entre el populismo y la política democrática. Una de las contribuciones más interesantes a este debate es un escrito de Margaret Canovan, aunque sólo sea porque hace menos confuso este territorio desconocido. Su argumento parte de la tesis de Michael Oakeshott de que la modernidad política se caracteriza por la interacción entre dos estilos políticos distintos, el de la fe y el del escepticismo. Canovan prefiere llamarles las caras redentora y pragmática de la democracia, y sugiere que el populismo surge en la brecha entre ellas. Esto establece una relación de interioridad entre populismo y democracia. El populismo acompañará a la democracia como una sombra. A veces, sin embargo, el estatuto teórico de la brecha es un tanto incierto, puesto que ésta es más apropiada para pensar la política o, más precisamente, la política radical. Uno también podría especificar más el valor conceptual de la sombra para mostrar la indecidibilidad entre el aspecto democrático del fenómeno y sus posibles tonos inquietantes. El trabajo examina esto detenidamente para ver qué otras posibilidades pueden surgir a partir de una interrogación de lo que plantea Canovan.
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