Ante todo, la firma de un acuerdo sobre el programa nuclear iraní representa una victoria para Teherán. En efecto, el régimen tuvo que retroceder sobre ciertos puntos que antes eran presentados como no negociables: el número de centrifugadoras y la tasa de enriquecimiento del uranio. Pero, a cambio, obtuvo el estatus de interlocutor reconocido por Occidente, en particular por Estados Unidos.
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