La alimentación de las personas en la época moderna se ha visto asociada al incremento de diversas patologías crónicas, tales como isquemia coronaria, hipertensión, cáncer, diabetes, cirrosis, osteoporosis, obesidad, etc. Estas enfermedades ocupan hoy los primeros lugares de la mortalidad en el mundo occidental. Las evidencias señalan a las grasas saturadas, el azúcar, la sal y el alcohol, como sustancias cuyo consumo debe moderarse. Las frutas secas, las verduras y los cereales integrales, con su alto contenido en fibra vegetal, vitaminas y antioxidantes, aparecen como una opción deseable para la salud. El soporte epidemiológico disponible sugiere la reeducación poblacional en relación con los hábitos alimentarios y pronostica un marcado beneficio para la salud pública, en caso de lograr una optima aplicación de los programas de nutrición preventiva.
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