Cuando vemos documentales sobre ciertos países atrasados y vemos a sus habitantes comer con los dedos, metiendo las manos en el plato y llevándose a la boca puñados de jugosos alimentos que les escurren por las comisuras de los labios, mucha gente siente repugnancia. Sin embargo, no sienten repugnancia al comer cosas que otra persona ha manipulado con las manos. Y no es razonable, pues al fin y al cabo el indígena sólo chupa sus propias manos, mientras que en nuestro ambiente es como si chupáramos las manos del cocinero.
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