La visión del cielo nocturno ha alimentado los sentimientos más sublimes del alma humana. El Sol y la Luna dominan el esplendor celeste y regulan los ciclos del día y de la noche, de las mareas y las estaciones, de los flujos vivificadores de plantas y animales. Cuando se ocultan, una plétora de puntos luminosos puebla el telón de oscuridad y anima con débiles vislumbres la transición hacia un nuevo despuntar del día.
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