Desde 1979, el conflicto de Oriente Medio evolucionó hacia una guerra intraislámica entre chiitas y sunnitas, cuyo epicentro se encuentra en Iraq y Siria y cuyo alcance llega hasta la Península Arábiga, el norte de África y el continente indio. Esta guerra constituye una fuerza profunda de carácter religioso que define la dinámica conflictiva de una región donde las intervenciones y alianzas estatales enfrentan dilemas persistentes, que impiden la estabilización de la situación en un balance de poder a lo largo de líneas de demarcación geopolítica.
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