Queridos amigos interesados por el pasto y su circunstancia ganadera. Ante lo difícil que me resulta dar una visión general del «ambiente» en el que se mueven las ganaderías extensivas y en especial las que explotan ambientes de montaña aislada, remota, quiero apelar a vuestra benevolencia y comprensión para que completéis mucho de lo que voy a insinuar sin desarrollarlo completamente. Pretendo ahora, en momento de crisis, de cambio, recopilar vivencias de las cuatro últimas décadas para otear de algún modo el porvenir inmediato, el que más nos interesa ordenar bajo el aspecto de un fomento, un progreso agropecuario general enraizado en nuestras montañas. Quiero recopilar de algún modo lo dicho en nuestras Reuniones Científicas, en especial lo adquirido de fuentes variadas y por observación directa del paisaje ganadero peninsular, con pasto «moldeado» por el ganado y pastores vistos en su propia salsa. La madurez adquirida es a costa del vigor intelectual; me cuesta dar ahora una síntesis y por ello recurro a mi experiencia personal y, a través de ella, dejo vislumbrar la corriente de pensamiento moderna sobre los problemas ambientales de la ganadería extensiva. Una secuencia histórica iniciada en 1954 (Inglaterra) y seguida de varias oportunidades presentadas sucesivamente, permitirá exponer alguna tendencia de las escuelas más representativas y su evolución moderna hacia una consideración global de sistemas complejos. Seguirá un esbozo rápido de problemas entrelazados y considerados al nivel de sistema cultural- ganadero, del hombre enraizado en su modo de vida; haremos varias consideraciones respecto a las ciencias básicas utilizables, sobre la manera de utilizarlas y finalmente intentaré abrir el horizonte hacia nuevas actitudes que convendría adoptar si de verdad queremos organizar, ordenar, nuestras ciudades con su entorno y con la montaña hasta ahora tan marginada. A la vuelta de Gran Bretaña en 1954f entro en contacto con los socios ganaderos de la Cooperativa Lechera del Cadí (La Seu d'Urgell, Lérida) y con sus prados explotados intensamente durante más de medio siglo; acaso este contacto inicial marcó mi trayectoria y explica la evolución de ideas respecto a los sistemas agropecuarios con su hombre, con la cultura elemental actuando en sistemas concretos que tuve la gran suerte de poder estudiar. Hace poco, en nuestra Reunión de Zaragoza, comenté los trabajos realizados en el Valle del Ebro con la Brigada de Aragón del Patrimonio Forestal del Estado y animado por su jefe Miguel Navarro; la década de los cincuenta marca mi pasión por interpretar los climas locales y su influencia diversificadora de unos pastos que aprovecha el ganado desplazándose temporalmente. Se inician entonces los estudios fitoclimáticos, con mapas geobotánicos y estudio de las comunidades permanentes que han marcado nuestra actividad científica en relación con la ecología terrestre y los pastos. Debo mencionar la huella profunda dejada por el maestro J. BRAUNBLANQUET desde que, en 1947, siguiera su curso práctico de geobotánica en Lérida y Barcelona; con O. de BOLOS le acompañamos en Aragón hasta 1957 y recorrí con el maestro la Navarra y País Vasco (1964-1965). La fitosociología permite conocer los pastos de una manera objetiva y contribuyó ciertamente al desarrollo de la Sociedad. Nuestro primer volumen (1960, en Zaragoza) y la prodigiosa actividad del fallecido consorcio S. RIVAS GODA Y, marcan esta influencia de la fitosociología. También moldearon nuestra Sociedad otras influencias más agronómicas y, por lo que a mi afecta, quiero destacar ahora la extraordinaria del consorcio José LLOVET MONT-ROS, alma de la Obra Social Agrícola de la «Caixa de Pensions»; cada concurso del «Premi Moragas», nos permitía realizar un análisis de empresas agropecuarias contando con su maestría y experiencia. No conviene olvidar el aspecto práctico de cada «empresa»; sin ella, sin asociación de esfuerzos ordenados y bajo una economía muy estricta, se desmoiona el sistema explotador. En Madrid, durante la década de los sesenta, viví intensamente la sugestión «mágica» del llamado «desarrollismo»; colectivamente parecía que cualquier limitación podía ser superada. Creo sinceramente que esta etapa marcó entonces nuestro desarrollo como sociedad de pastos y frenó la eficacia de nuestra actuación práctica; me refiero al pasto extensivo, al marginado automáticamente por actitud colectiva ante un mundo rural incomprendido. Entre 1961-1965 fue posible continuar el trabajo prospectivo de ecotipos pratenses y lo ampliamos a todo el Oeste español, gracias a unos trabajos realizados en el Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias con «Ayuda norteamericana» muy eficaz. Sin duda esta actividad influye sobre nuestra sociedad y marca el inicio de muchas actividades, tanto en Madrid como en Badajoz y Salamanca. En el Instituto de Edafología y Biología Vegetal de Madrid, con el integrador José M.a ALBAREDA, amplié mis contactos con especialistas en el suelo y la fertilidad edáfica. Estudios botánicos relacionados con clima y suelo, más el contacto con especialistas variados, sientan las bases de una Ecología terrestre aplicable al pasto en toda su complejidad natural. Ya en la Facultad de Ciencias de Pamplona, 1970-1978, ensayo unas teorías ecológicas cada vez más generales ante un auditorio adecuado; la actitud de los alumnos atentos forma sistema con el docente y se facilita la concreción de ideas con su expresión más adecuada.
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