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Resumen de La acción de cuidar: una forma de comportamiento práctico moral

María Amparo Benavent Garcés, Juana Cristina Francisco del Rey, Esperanza Ferrer Ferrándiz

  • En este capítulo se aborda la ética del cuidado como el conjunto de principios y valores que orientan la acción de la persona hacia sí misma y hacia otros. Desde este planteamiento general sobre el cuidado se profundiza en su significado para la enfermería, haciendo especial hincapié en el doble significado del cuidado, como sustantivo y como acción. Por una parte el cuidado, como sustantivo, representa el objeto de estudio y atención de la enfermería y por otra, como acción, es compartido con otras profesiones de servicio a la persona.

    El cuidado como razón de ser de la enfermería es abordado ampliamente por las mismas autoras de este capítulo en otros temas de esta misma obra. Aquí, por tanto, se desarrollan fundamentalmente los aspectos que tienen relación con la acción de cuidar y su complejidad como comportamiento práctico moral, que es compartida con otras prácticas profesionales.

    Cuando se ofrece un servicio a una persona, la ética de la justicia orienta a considerarla como un ser humano con derechos y la ética del cuidado la muestra como ser único con particularidades específicas, que se concretan en las propias elecciones vitales. Esta visión general es particularmente importante cuando se cuida profesionalmente, porque se trata de hacer por otra persona algo tan singular y propio como son los autocuidados. En definitiva, se ha tratado de poner de manifiesto que la acción de cuidar, como acción enfermera, es en sí misma una acción moral.

    En el análisis que se lleva a cabo se plantean una serie de reflexiones sobre el desarrollo moral de las enfermeras, para lo que se ha tomado como marco la teoría del desarrollo moral de L. Kohlberg. Desde el análisis que ofrece sobre cómo las personas van adquiriendo capacidades cognitivas de complejidad creciente, se reflexiona sobre los estadios de desarrollo moral por los que va pasando la profesión como tal, entendiendo que cada enfermera experimenta y vive su propio desarrollo moral de manera individual.

    El capítulo concluye con una serie de reflexiones sobre el compromiso profesional desde la ética del cuidado que, sin duda, pueden ofrecer puntos para recapacitar sobre la situación actual de la enfermería y de los profesionales enfermeros y, por qué no, orientar el desarrollo profesional. Pero además, los contenidos desarrollados pueden contribuir individualmente a orientar el pensamiento enfermero en cada una de las acciones y ofrecer explicaciones, más allá del modelo de referencia, que fundamenten un tipo de comunicación con quien es atendido basada en juicios morales sustentados en la ética del cuidado. Esta visión va más allá de las recomendaciones técnicas y metodológicas aplicables al proceso de cuidar que ofrecen las competencias para el cuidado, se trata de desarrollar actitudes. Así, por ejemplo, no se trata de pactar los objetivos al planificar para que éstos sean del usuario, sino que, por ser del mismo, se enuncien como tales. ¿No parece más oportuno elaborar con un paciente la dieta que precisa porque tenga mayores posibilidades de ser aceptada? Desde la ética del cuidado, la razón para que quien precisa una dieta especial participe activamente en su diseño está simplemente en el hecho de que para cada persona su alimentación es singular.


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