El hombre ha vivido con la seguridad implícita de que basta que alguien diga algunas palabras para afirmar que se está comunicando, no importa si se le hace caso o no, o si quien habla toma en cuenta realmente a quienes le están oyendo. Más aún: los profesionales de la teoría o la práctica del quehacer de la producción de mensajes van por el mundo con la comunicación de que sí saben lo suficiente de la comunicación, pues la conocen científicamente
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