Empresarios de inmobiliarias crean partidos para llegar a alcaldías en las que recalificar terrenos de su propiedad o participan en la compra de tránsfugas. Grandes constructoras se reparten el botín del ferrocarril de alta velocidad. Son los últimos ejemplos del llamado " Síndrome del ladrillazo", la corrupción de la política por empresarios y cargos públicos que se quieren repartir el negocio de la década: la construcción, en la que el Estado invertirá un billón de pesetas en el año 2000
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