Al cierre de esta edición no se conocía el resultado del referéndum convocado por el Gobierno heleno, aunque todo apuntaba a una posible victoria del no, pese a que, como consecuencia de los efectos del corralito, los partidarios del sí iban acortando las distancias. El primer ministro, Alexis Tsipras, y todo su Gabinete vinculaban su continuidad al veredicto de la consulta. El Ejecutivo de Syriza pretendía continuar las negociaciones desde una posición reforzada por su pueblo y hacía hincapié en que, en ningún caso, estaba en cuestión la salida del euro.
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